Volviendo a la jornada de León Lúdico III, hubo un juego que llamó mucho la atención a los adultos, aunque los juegos de la mesa eran esencialmente para niños. Fue Black Hills, editado por Zacatrus, y a la que agradecemos el envío de la copia para probarlo. Al final terminé jugando 6 – 7 partidas a lo largo del día para mostrarlo a varios grupos, sin duda el juego que más utilicé en toda la jornada. Este es un juego de recursos, y me sirve como excusa para comentar la aceptación de este tipo de mecánicas en mi familia (habitualmente juego con mis dos hijos, actualmente de 10 y 12 años). Generalmente estos juegos se ganan acumulando puntos de victoria, y cada uno emplea estrategias muy diferentes. Los jugadores compiten para acaparar el mayor número de recursos y que otorguen más puntos de victoria. La originalidad de cada juego la ofrece la mecánica y la ambientación.
Mencionando los juegos que conocemos, los recursos pueden ser productos primarios, como alimentos, o manufacturados (Agrícola, Puerto Rico, San Juan, Catán, Concordia, Stone Age, Black Hills). Dinero e inversiones inmobiliarias (Monopoly, Ladrillazo). Energía (Alta tensión). Valores culturales, militares, científicos (Seven Wonders), y muchos más. La ambientación puede ser también de lo más variada, desde la prehistoria (Stone Age), una mítica edad clásica (Seven Wonders, Concordia) o medieval (Catán, Agrícola), siglos XVI – XVII (Puerto Rico, San Juan) o siglos XX – XXI (Monopoly, Alta Tensión, Ladrillazo), así como en lugares geográficamente distintos como Alemania (Alta Tensión), Italia (Concordia) o España (Ladrillazo).
El execrable maleante le roba dos pieles a un inocente ciudadano de Black Hills.
Este tipo de juegos son de los mejores aceptados en mi familia, junto con los eurogames, que ya comentaremos en otra ocasión. Suelen ser rápidos, de una hora aproximadamente, alargándose un poco con el aumento del número de jugadores, pero generalmente menos de dos horas. Esto es muy importante, porque la capacidad de concentración de los niños es limitada, y si se prolongan demasiado dejan de resultarles divertidos. Respecto a la edad, aquí sí que no hago ni caso a la recomendada en la caja. Los niños lo pillan enseguida, y recuerdan mejor los detalles de las reglas que yo mismo (bendita niñez). Hablaré también sobre este aspecto de la edad recomendada en otro lugar. Si el adulto se toma el trabajo de aprenderlo, entenderlo y luego explicarlo, la asimilación de los niños es inmediata. De hecho me suele llevar varios días aprenderlo, buscando ratos aquí y allá, mientras que ellos lo absorben en la primera partida.
Nuestra clasificación familiar es variada. Por ejemplo, Catán es el que más le gusta a uno y el que menos a otro. A ninguno nos gusta Monopoly, supongo que debido a que las mecánicas actuales son mucho más avanzadas y, por tanto, más interesantes que las de este clásico juego. Entre los que valoramos mejor, en orden de apreciación, están Alta Tensión (un juego fantástico, con una mecánica muy original y hasta didáctica), Seven Wonders (que gustó desde la primera partida), Puerto Rico (al que nunca se niegan a jugar, porque es rápido y de los más entretenidos) y Ladrillazo (el juego estrella del verano pasado, que jugaron ellos solos decenas de veces, y donde ya empezaron a comprender qué es eso de la corrupción política). En general gustan menos San Juan, Agrícola o Concordia. No podemos decir que son malos juegos, porque no lo son. Pero si por las circunstancias que sean, ajenas a su valor intrínseco, no caen bien, pues qué le vamos a hacer. Yo confío que Concordia vaya mejorando su aceptación a medida que lo juguemos, porque lo hemos adquirido recientemente y sólo hemos echado tres partidas. A mí me parece bueno.
Y dejamos para el final los comentarios sobre Black Hills. Ha sido todo un descubrimiento, que probablemente no se hubiera producido de no haberse organizado León Lúdico. Esta es una de las numerosas ventajas que tiene el evento. Se dio el caso de acabar una partida, y algún curioso que estaba por la mesa también querer probarlo. Esto fue posible porque duran muy poco, generalmente menos de media hora. Y es una alegría que sea un juego español. Su aspecto a mí me parece minimalistas. El diseñador y también dibujante, Al García, ha hecho un excelente trabajo en el que solo ha empleado cuatro colores: blanco, negro, gris y rojo. El tablero es pequeñito, pero cumple perfectamente su función. Las cartas son pocas porque se mezclan y reparten después de cada ronda, por lo que se están continuamente reutilizando. Las piezas de recursos también son pocas, pues se intercambian por puntos de victoria permanentemente, y siempre las hay disponibles. Pocas veces he visto un juego que dé tanto de sí con tan pocos elementos. Los dibujos son esquemáticos y de alta calidad. Los materiales son robustos, y todo se puede introducir en una caja de dimensiones pequeñas, lo cual permite un fácil transporte. Este aspecto es muy importante para nosotros, pues permite poder llevar juegos cuando salimos de viaje, sin tener que recurrir únicamente a las cartas. Por último, el desarrollo de Black Hills es muy interactivo. Nos estamos robando recursos unos a otros todo el rato. No puede uno levantar cabeza sin que venga el tahúr, la madam o el insufrible forajido para arrebatarte el dichoso recurso que justo ibas a cambiar por uno de los cinco puntos de victoria necesarios para ganar. De lo dicho se puede deducir que a mí este juego me parece sobresaliente, y posiblemente sea de los que más me gustan. Los niños, sin entusiasmarles tanto, también se lo pasan estupendamente con él y de las 9 partidas que hemos apuntado, cada uno ha ganado 3. No es un juego netamente infantil pues la edad recomendada es a partir de 10 años, pero ya a los 9 lo jugó uno de ellos, y en León Lúdico lo aprendieron niños de 7. A una niñita de 5 sí que la tuvo que ayudar su padre, que se divirtió mucho compartiendo el tablero con varios de sus hijos. Para el que lo quiera disfrutar, está en la Asociación de Juventudes Activas.